REGIONAL
Mercado La Florida
Sur de Monterrey
Desde hace casi cuarenta años existe en la ciudad el mercado La Florida, que en realidad se encuentra en la colonia Buenos Aires. Todos los jueves y sábados, de seis de la mañana y hasta unas horas después del mediodía, se ponen aquí decenas de vendedores, principalmente de ropa, calzado y accesorios. Pero como es un mercado, y es México, también hay una excelente oferta de antojitos, tacos y otras comidas típicas.
Redacción Cecilia Vázquez, Fotografía Martha I. Dávalos.
Para empezar, uno no puede asistir y suponer que encontrará estacionamiento fácilmente, mucho menos en sábado. Si se va en auto, hay que sortear los escasos lugares en las calles aledañas y esperar que los vecinos no se molesten – cosa que claro que pasa. Y es comprensible, pues esos dos días el área se vuelve de tránsito lento y no todos los visitantes respetan los señalamientos. Tal vez por esto tantas casas cuenten con letreros de “vecinos vigilando”, con un gran ojo pintado en un fondo amarillo chillante.
Una vez atravesada la vigilancia, hay que hacer reverencia en la iglesia contigua al terreno del mercado (no se vaya a olvidar que es México) y dejarse guiar por la pequeña feria y sus juegos mecánicos, que siempre se ven algo tristes en la luz del día. A lo lejos se ve la torre ciudadana y luego, finalmente, aparece su destino. Se trata de un área de unos 100 por 200 metros, localizada al lado de un campo de futbol no muy bien cuidado, y la mencionada parroquia. Un pasillo es delimitado por un mecate y una pared de cemento, en donde hay vendedores que dan la bienvenida al lugar con sus frutas y verduras, churros, papitas, e incluso un stand para tramitar el crédito de Liverpool.
Pasando el pasillo, hay toldo tras toldo sobre puestos de vestidos de fiesta, suéteres de marcas estadounidenses, ropa interior, tenis, productos para el cabello y la piel, bolsas de mano, maquillaje, perfume y demás. Ese es el principal giro del mercado, aunque también hay otros vendedores de electrodomésticos, juguetes, fundas de celulares y demás. Incluso hay objetos decorativos, como una curiosa ardilla disecada en posición de tocar el bajo (hecho a su tamaño). “¿Es real?”, le pregunto al hombre. “Era”, responde.
La comida
Los pasillos del mercado son relativamente fáciles de transitar los jueves. Bajo los techos de lona el sol no es tan malo. Una señora pasa constantemente anunciando que mide la presión y el humo indica que nos acercamos a un puesto de comida. Al lado de Tacos y Gorditas Zoila hay un joven frente a dos mesas, en las que tiene naranjas, un exprimidor y una hielera con jugos ya preparados y envasados. Por veinte pesos te vende medio litro recién exprimido.
En Zoila atienden la dueña, del mismo nombre, su esposo y otra mujer que los ayuda. Hay tres mesas sobre el piso de tierra y un comal donde se van poniendo las tortillas que acaban de amasar y aplanar. Las gorditas cuestan 12 pesos cada una y obviamente hay que probar las de asado y chicharrón.
La señora Zoila Carrillo platica con nosotras mientras usa ambas manos para amasar varios kilos de harina en una tina de plástico. Está parada, inclinada para usar su peso en la acción. Dice que tienen tres años de estar en La Florida y que inicialmente vendían ropa pero hicieron el cambio porque había mucha competencia.
Después “vendíamos barbacoa y menudo en San Rafa, era una frutería”, continúa, “ahora le cambiamos a gorditas y nos ha dado muy buen resultado”. Dice que debe levantarse a las tres de la mañana para llegar acá a las 4:00 y preparar todo. “El sábado”, agrega, “hay tamales recién hechos, aquí los hacemos”.
Van y vienen músicos tocando canciones gruperas y un hombre anuncia que tiene ropa de niño “directa de Los Ángeles”. La señora Zoila aprovecha que no hay tanta gente y sigue amasando. “Andamos en los demás mercaditos, en domingo por Alvarado y Azueta, vendemos menudo bien rico, hecho en leña, bien espesito, tiene mucha pata”. Sobre su laboriosa tarea, explica que la masa para la gordita y la tortilla es casi igual pero la primera necesita ser más suave, por lo que la revuelve con Maseca. En su menú también incluye tacos de harina y maíz, y los sábados hay hamburguesas, enchiladas, flautas y champurrado. “Ahorita que empieza el frío”, señala.
La diferencia en su oferta se debe a que los sábados van más familias, porque los niños no están en clases y algunos adultos no trabajan los fines de semana. Los jueves, “a la una y media recogemos y lavo porque todo me llevo bien limpio”, finaliza Carrillo. En otro de los pasillos llegamos a lo que es una especie de área más establecida de comidas. Mientras que Zoila era una isla entre el mar de ropa, acá hay más opciones para sentarse a desayunar, almorzar o lo que se alcance.
Antonio Varela Loera es dueño de los tacos Don Toño. El hombre está de espaldas a su pequeño comedor y frente a un comal siempre prendido, sobre el que va poniendo tortilla tras tortilla. A su lado hay un joven con varias pequeñas cazuelas llenas de guisos, y del otro lado hay un señor cortando incesantemente pedazos de barbacoa con su pequeño machete de cocina y tabla de madera. El “barbacoyero”, le llama don Toño. Entre recibir pedidos y proveer de tortillas a ambos lados, el taquero cuenta que tiene 35 años en el mercado y que está ahí desde que éste empezó. Además de lo mencionado, en el menú tiene menudo, champurrado y avena, “todo bien rico”. Al igual que la señora Zoila, don Toño también se mueve entre mercados. Los jueves es el de La Florida y los sábados es de Constituyentes de Querétaro.
Su esposa es la encargada de preparar todo en casa. Sobre las ventas dice que son “más o menos”. “Lo único es que un día estamos en un lugar, de repente es váyase a otro. Las ventas suben y bajan, no siempre son buenas”, afirma.
El siguiente puesto es el que más fila tiene. Tacos Amor lleva el mismo nombre que la dueña y la dinámica no debe romperse. Los comensales se forman frente al comal, donde Martín Rodríguez recibe la masa y va volteando las enormes tortillas de harina, y luego hacer el pedido a otra mujer, la vigilante de los guisos. Después se pasa al comedor, de mesas comunales, se le dice al joven encargado cuántos son y éste los acomoda.
Amor es un puesto frecuentado y en medio de la plática se acercan, primero un joven que me pregunta si tengo lugar para sentar a ocho en los tacos, y luego una señora que insiste le venda dos tortillas sueltas porque no quiere hacer fila. Rodríguez se las vende a diez pesos y recibo el dinero.
“Todos hacemos de todo, extendemos los testalitos, somos multifuncionales aquí, ya estamos bien diestros”, asegura el tortillero. “Yo llego aquí a las cinco de la mañana a instalar la estructura y empezamos desde las ocho, hasta las tres, tres y media”, agrega. El puesto tiene 30 años en el mercado, y a diferencia de los antes mencionados, sí se pone los sábados aunque “dos lugares más abajo”. Venden tacos de harina, gorditas y quesadillas. Según Martínez lo primero que se acaba es el asado, chicharrón, deshebrada y queso en rajas, aunque también tienen de picadillo y huevo. Respecto a su popularidad, dice que siempre ha sido así, que la gente ya los conoce. Y entre sus labores de hacer gorditas, extender la masa, cocinar y servir, comenta que lo más difícil es quemarse las manos.
Antes de partir
El juego de lotería es tradición en el lugar y nos sentamos antes de partir. El área ocupa toda una esquina y está mejor resguardada del sol, es como un pequeño casino pero más sencillo. Las mesas están acomodadas para formar un cuadrado, en medio del cual se mueven varias personas. Unas te señalan dónde están las tablas y cómo se gana, otras te dan fichas y luego está quien te explica cómo funciona la cosa. Te sientas, escoges cuántas vas a jugar y pones tus cinco pesos por ronda al lado. Un joven pasa cada ronda, lo recoge y listo. La voz de un hombre va cantando las cartas y cada treinta segundos gana una mujer. No me enteré cuáles eran los premios porque nunca gané. Para el trago amargo, compré un elote entero y luego un yuki de limón.
Boulevard Acapulco
Monterrey Sur
Su principal función es ser uno de los caminos que cruza una loma para conectar dos de las principales vías al sur de la ciudad: Garza Sada y Lázaro Cárdenas. Esta calle cruza áreas residenciales de Brisas y pone a disponibilidad de todos, cafeterías, restaurantes, taquerías y puestos de comida corrida. En esta ocasión, me di una vuelta por el Happy Dog para probar la hamburguesa más pedida y después fui por un cortado al Coffee with Aliens, donde platiqué con los baristas Toño y Candy sobre el café de alta especialidad.
Redacción Adriana Montemayor, Fotografía Martha I. Dávalos.
Sobre el boulevard y subiendo la loma por el lado de Av. Garza Sada, no hay demasiadas opciones culinarias, ya que en su mayoría es área residencial. Una de ellas es el café Boulevard 10 que ofrece paninis, crepas, almuerzos, meriendas y café. Aún no he tenido la oportunidad de ir, pero me han contado que el ambiente es agradable; tiene libros y juegos de mesa. También está Bongoos, un bar donde transmiten los partidos de fútbol, mientras se puede comer alitas y disfrutar de una buena cerveza.
Una vez que se llega a la cima de esta pequeña loma, comienza el descenso y la oferta gastronómica se multiplica. A primera vista, hay un pequeño local con asadores, que visité varias veces cuando era niña con mi papá, donde venden paquetes de arrachera y sirloin. Este lugar se llama Arracheras Big Food y tiene también disponible pollo, mollejas, salchichas, costillas, guacamole, queso fundido y papas asadas. Aunque su fuerte es el servicio a domicilio, también se puede tomar la orden y llevar los paquetes. A un lado, está la sucursal Brisas de Zitla y Zicatela, reconocida por sus opciones de comfort food y su cerveza a precios accesibles, y en ese mismo complejo, por la mañana, abren los Clásicos Pancho de Rigo con su tradicional salsa verde. Siguiendo por la calle y desde agosto del año pasado, El Lindero abrió su segunda sucursal en la ciudad, trayendo el sabor huasteco a esta zona. También hay otra sucursal de Todo Empanadas y de Xawa Pizzería Mexicana, antes conocida como Luigi’s Pizza.
Para comer en esa tarde de domingo, llegué al Happy Dog, un restaurante familiar petfriendly que me gusta por su ambiente. Aunque ya había probado los boneless que tienen en promoción, esta vez le di una oportunidad a la hamburguesa más pedida: la WTF, en su presentación Classic de 190 grs. Es de carne de res, complementada con un mix de quesos (de esos que le das la mordida, y se estira el queso derretido de la forma más hermosa y deliciosa posible mientras se escucha de fondo Beyond the Sea de Frank Sinatra), salteado de champiñones, jamón, chile serrano, tocino y aguacate, acompañada con papas en gajo. Al terminarla, creí entender el porqué de su nombre. Por un momento, terminé muy enchilada pero de un minuto a otro la sensación simplemente se fue. Fue un poco raro, pero muy diferente y recomendable.
A diferencia de las cadenas de hamburguesas, los alimentos son cocinados en su grasa original sin aceite adicional, y en general, los platillos se hacen al momento con ingredientes y verduras frescos.
Valeria Contreras –cajera del Happy Dog– me contó que a cinco meses de entrar, lo que más le gusta de su trabajo es el ambiente tranquilo y relajado. Por su parte, Jonathan tiene apenas tres meses como mesero y considera que la zona es lo que hace al restaurante tan accesible, a tres años de su inauguración. Cuando más se llena es los fines de semana y cuando pasan partidos. Con tanta competencia en la zona, Jonathan considera que la atención, la rapidez y el sabor son los puntos más fuertes del restaurante. Le ha tocado atender a todo tipo de clientes, desde amables hasta otros que no tanto, pero le gusta siempre dar la mejor cara. Según su experiencia, Valeria cuenta que los platillos favoritos de los clientes son la hamburguesa WTF y el Chicago Dog. Al ser un restaurante pet-friendly, un reto que han tenido es el de pasar con las charolas de alimentos entre algunos perros inquietos, o bien, cuando se les pone en lugares que dificultan la pasada, pero esto no los ha detenido para recibir a ellos y a sus dueños también en el interior del lugar, siempre y cuando su comportamiento no afecte al resto de los comensales.
Al salir del Happy Dog, busqué un retorno para poder llegar por un café justo del otro lado de la calle. Antes, pasé por un lugar compartido de antojitos mexicanos y tacos al carbón que estaba lleno llamado La Troje y Mr. Alambres, luego un Helados Sultana (rojo) y tomé la glorieta de Blvd Acapulco en Lázaro Cárdenas. Del otro lado, está la primera sucursal de Santa Bárbara que, en mi opinión, es de los mejores lugares que hay en la ciudad de cocina mexicana. Las porciones son grandes y su decoración toma como referencia la Época de Oro del cine mexicano. A un costado, se encuentra La Famosa, que vende jugos naturales, ensaladas y sándwiches; del otro, un puesto en una plaza donde por las noches venden tacos y frijoles a la charra conocido como Tío Tom. De lado izquierdo de este lugar, está la sucursal Lázaro Cárdenas de Spike’s Burgers & Alitas, cuyas Buffalo Fries son de mis favoritas pa’ picotear, como dicen ellos.
Después de dar la vuelta en U, me encuentro ahora tomando el lado sur de Blvd Acapulco. En Plaza Las Torres, hay una sucursal de Subway, otra de Pizza Hut, y otra de los tradicionales elotes y troles de La Purísima, sin olvidar la pescadería Don Arturo. Detrás de este sitio, está la sucursal Brisas de las pizzas Capricciosas, conocidas por la fineza de su masa, así como el Just Sushi para los que prefieren la comida japonesa. Más adelante, Coco –una tienda de artículos de fiesta y dulcería- resalta por su color amarillo, así como por las pelotas y juguetes colgados de su fachada.
Por fin, llegué al Coffee with Aliens, que me había llamado la atención tanto por el nombre y por comentarios entre mis amigos. Pedí un café cortado -que me entregaron con una barrita deliciosa de ajonjolí con miel- y estuve platicando un buen rato con Toño y Candy, que antes trabajaban en Puebla y Ciudad de México, respectivamente, sobre el lugar y las bebidas que en él se pueden encontrar.
Toño explica el origen del nombre: “Cuando un cliente me pregunta, yo les digo que ellos son los aliens, porque en su origen latino la palabra significa “extraño o desconocido” y éste es el lugar donde los aliens se conocen y nosotros los conocemos”. Aunque es un concepto americano, el origen de sus granos de café, siempre es mexicano.
El local abrió apenas hace cinco meses y su equipo operativo está conformado por ellos y Luis, otro barista. Las bebidas que más les piden es el americano, cortado y el Área 51, versión capuchino frappé con dulce de cacahuate. Este lugar representa una cafetería de alta especialidad, es decir, que el enfoque siempre es en el grano de café. No manejan ningún tipo de endulzantes o jarabes porque el café debe hablar por sí mismo, según me cuenta Toño.
Siguiendo el protocolo de especialidad del Specialty Coffee Association of America (SCAA), se han ajustado a determinados parámetros para la preparación de la bebida como temperatura o cantidades, así como atención al cliente. Por otro lado, la oferta de alimentos es limitada por la naturaleza del negocio. No obstante, al concentrarse en la temática del grano, también manejan drippers y otros artefactos que permiten extraer el café de forma manual. También se imparten talleres para que las personas aprendan desde cómo prepararse el café hasta cómo seleccionar los granos.
Por otra parte, Candy me explica sobre las clasificaciones: café gourmet, café de altura (como el que se encuentra en el supermercado), café de buena calidad para procesos muy comerciales (cadenas) y el café de especialidad. Este último es manejado en pequeñas cantidades; su origen es muy específico y el barista debe conocer la trazabilidad, es decir, características como, por ejemplo, quién es el productor, qué zona es, cuál es su altura, qué propiedades tiene el suelo, qué plantas estaban junto al café y su beneficio o perjuicio al tenerlas cerca. Al trabajar en fincas, Candy conoce muy bien todo el proceso que hay detrás de la bebida y considera (y me hace ver) que el universo del café es inmenso.
Ahora supe, gracias a ellos, que el grano del cortado que tomé es de la variedad de Pluma Hidalgo en Oaxaca. Sobre él, Candy explica: “En lo alto de la montaña descubrieron que podían plantar café. Se adaptó el terreno y esperaron dos o tres generaciones para ver si había funcionado, y se dieron cuenta de que el grano era bueno. Tiene una acidez y cuerpo medios y su cosecha es muy rendidora”. En su consideración, este grano representa la parte intermedia entre los más consumidos en México: el de Veracruz, intenso en acidez y un punch de sabor, y el de Chiapas, suave y con una acidez más floral/cítrica.
Después de platicar un rato, concluyeron que el consumidor mexicano todavía está ‘verde’ en cuanto a consumo de café de especialidad. Por lo tanto, la ventaja, tanto de conocedores como de no tan expertos, es que baristas como Toño y Candy nos pueden orientar para así disfrutar de la mejor manera nuestro café.