REGIONAL
Generaciones culinarias de Linares
El municipio es conocido por sus glorias y productos de leche quemada, pero existen familias que mantienen tradiciones gastronómicas más allá de los dulces.
Redacción Cecilia Vázquez, Fotos Martha I. Dávalos, Transporte Luis silva.
De todos los municipios que hemos recorrido para esta sección, Linares, a dos horas de distancia, ha sido el más grande. Nos faltaron las tortas Nato, las gorditas doña Mary y la Taquería Monterrey, además de otros lugares que hacen glorias. Empezamos con los famosos tacos El Cuino, o los cuinos. Hay dos sucursales y la que conocimos tiene un carrito afuera, aunque en realidad el restaurante está en una casa remodelada. El nombre también es engañoso, ya que no venden carnitas ni nada de cerdo, sino tacos al vapor de picadillo y frijoles. “Muchos se confunden con el puerquito”, admite el dueño, José Guadalupe Aguirre, al referirse al logo del lugar. Su bisabuelo sí empezó vendiendo carnitas y luego tortas, que retomarían uno de los hijos del señor. Después de que éste sufrió un accidente, la segunda generación se ocupó de los negocios, y renacieron las tortas y los tacos, de forma independiente. El local actual del Cuino tiene 30 años y siguen la receta de la abuela de Guadalupe. Los sobrinos del hombre, la cuarta generación, también entraron a la empresa familiar. “Esto es de todos los días”, relata Guadalupe, “iniciamos a laborar a las 4:00 de la mañana. No dejamos nada para el otro día, tenemos que cocer y guisar la carne, preparar los tacos. Si el tortillero llega tarde se nos atrasa poquito, pero desde las 5:45 de la mañana tenemos clientes. Igual la salsa, es la misma que ha pasado por generaciones”.
Los tacos cuestan 10 pesos cada uno. A los primeros clientes les tocan los de vapor, pero conforme va avanzando el día, cambian. “Si vienes a las 8:30 va a mediación un bote, de promedio 500 tacos”, dice Guadalupe, “ahí tiene diferente sabor. El último taco que está a mero abajo es oro”. Al mediodía son suaves pero algo doraditos y un poco grasosos. Llevan lechuga, tomate y cebolla, y salsa verde para acompañar. El padre de Guadalupe falleció hace cuatro años, por lo que él se encarga de lleno del lugar. Admite que piensa diferente que sus antecesores, quienes se conformaban con lo del día. Con él han aumentado las ventas 200 por ciento, asegura, y ya tienen servicio a domicilio. Estuvieron en Montemorelos por seis meses y les fue muy bien, platica el dueño, pero tuvieron problemas con el local y ahora planea extenderse a Monterrey. “No podemos dejar lo que se construyó, lo que nos hizo a nosotros como familia. Hay que seguir con la tradición. Yo todavía me siento con la fortaleza para aguantar unos añitos si Dios me lo permite”, asegura.
El originario de Linares se ofreció a llevarnos a La Guadalupana para conocer las glorias originales. Dijo haber participado con el gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez “el Bronco”, en su casa de campaña. Y habló sobre los problemas que ve en el área. “Hay de todo, drogadicción, pandillerismo, pero está en una etapa inicial que se puede combatir”, afirmó.
Antes de despedirse, nos presentó con Martha Perales, nuera de la dueña de La Guadalupana, doña Natalia. “Fue quien inició las glorias hace 70 años, ella ya falleció”, contó la señora Martha, “yo me casé con su hijo, falleció y ahora estoy con mis hijos y mis nietos. A ella nadie la enseñó, era una persona sola y se dio habilidad. Fue al Casino de Linares y le dijeron que eran muy sabrosas, que sabían a gloria, y de ahí empezó a ponerles así”.
Venden glorias rellenas de coco, pasas, piña, chabacano y fruta seca, además de marquetas, rollos, encanelados, revolcadas, glorias bajas en azúcar y perlitas, dulce que lleva el nombre de la nieta de la señora Martha. Ella afirma que la mayoría de sus clientes no son de Linares y que su producto más vendido sigue siendo la gloria. Una pared divide el lugar en dos. Detrás de ésta se encuentra la pequeña producción de glorias, que se trabajan hasta las 17:00 horas, más o menos, dependiendo de las ventas. El resto de los productos los terminan al mediodía. Dos mujeres hacían bolitas de leche quemada, que luego pasaban por nuez picada y envolvían rápidamente en los brillantes papeles rojos. Una de ellas era la nieta de la señora Martha.
“Se procesa la leche blanca, se cuece unas dos horas, se hace leche quemada”, explicó Daniel Ibarra, otro nieto, “se pasa a una bandeja, se vacía y se va boleando. Primero le ponen nuez molida y luego nuez entera. Se dejan enfriar en cuartos. Luego se empaca en papel rojo, pero no se puede trabajar caliente porque el papel se derrite. Cada paquete trae diez bolitas”. Hace varias décadas dos trabajadoras de doña Natalia dejaron La Guadalupana y pusieron su propio negocio, pero aparentemente todo Linares sabe que aquí hacen las de la receta original.
Helados, tacos y pan para llevar
Fuimos a conocer el centro de Linares y pasamos por una buena cantidad de tiendas, bancos, gimnasios, automotrices y farmacias. En la plaza principal, donde están el gobierno y la iglesia, hay también un teatro y un museo. A principios de agosto la canícula estaba en su punto alto, pero eso no detenía a la gente que iba de un lado a otro. Estaba también un vendedor de paletas cerca del kiosko, muchos carros y un grupo de baile ensayando.
Aprovechamos el calor para conocer los también tradicionales helados Almaraz, fundados en 1901 por el papá de don Antonio Almaraz, cuyos hijos ahora mantienen el negocio, María Elena, Jaime y Marco Antonio. Este último es un maestro retirado y el principal encargado. Nos repartió unas hojas con la historia del lugar, donde se explica que a principios de siglo hubo una epidemia de fiebre amarilla y la nieve “la única en aquel entonces, ayudaba en algo a los malestares de los enfermos”.
Los vasitos, de leche o agua, cuestan desde 15 hasta 60 pesos y hay chamoy y chile en polvo para ponerle al gusto. Los que se preparan con leche bronca, hervida en cazo de cobre, son de chocolate, coco, mango, pay de limón, nuez, plátano, entre otros. Los de agua, también hervida, no de garrafón porque cambia el sabor, pueden ser de pepino, kiwi, sandía, papaya, piña con nopal y apio, naranja con piña, y más.
Los hermanos aseguran usar sólo fruta y no sabores artificiales, a excepción de las esencias italianas que compran en Monterrey. “Queremos seguir con la misma tradición, con lo que nos enseñaron a hacer”, cuenta Marco Antonio, “quiere decir mucho el amor con lo que hagas las cosas. Si no te gusta, nunca va a quedar buena la nieve”.
Al lado del local se reúne la familia a ver la televisión, junto con sobrinos y nietos. En un pasillo hay jaulas con al menos un cenzontle y otro enorme refrigerador, donde almacenan los extractos de la fruta en botellas de plástico recicladas, y más galones de nieve. Nos dieron a probar de higo, de color morado intenso, y de limón, de un verde pálido pero nítido sabor cítrico.
Los hermanos se interrumpían unos a otros para contarnos de la colección de cruces coloridas del lugar, las fotos familiares de las paredes y la tambora que recibieron, junto con otros cuatro negocios de la región, por su “antigüedad y prestigio”. Nos enseñaron el chile del monte congelado que venden en invierno y también nos dieron a probar la miel que preparan.
De ahí fuimos a comer a los tacos Nacho Romero, los rojos. Son chiquitos y una orden de ocho cuesta 35 pesos. Hay de picadillo, frijoles o mixtos, y también venden tostadas. Llevan guarnición de papas, repollo, tomate y cebolla. La salsa roja tiene un sabor peculiar, que resultó ser chile japonés. El joven que nos atendió dijo que si queríamos prepararla sólo había que licuar el chile crudo con sal y agua.
A las 16:00 de la tarde ya éramos los únicos clientes, a excepción de otro hombre que dejó su motocicleta afuera y se puso a platicar con el cocinero. Las paredes de la taquería, también una antigua casa, son de color naranja y hay cuatro grandes mesas de madera adentro. Al fondo, detrás de unas puertas de madera, está la cocina de azulejo, de donde salía aire caliente.
Con ese calor y ya sin mucha hambre, pasamos rápidamente por la panadería La Flor para comprar piezas para llevar. Abren de lunes a sábado de 6:00 a 18:00 horas. Tienen bolsas de hojarascas desde 19 pesos, y todos los clásicos mexicanos: el marranito, aunque en forma de flor, conchas, tapabocas, pastel de piñata, donas, margaritas y más. Definitivamente las glorias.